Sus canciones son retazos de poesía impregnados del aroma de lo cotidiano. Hace un par de semanas redescubrí a Carlos Chaouen, aunque lo más correcto sería decir que su música se abrió ante mí de forma inesperada. Ni siquiera recuerdo por qué decidí ponerme a escucharle. Hace años me había hecho con su disco Universo Abierto, pero lo había dejado dormir en el olvido. Puede que mi subconsciente me haya hecho regresar a este poeta del amor, las drogas y el sexo. En general, de la vida, de lo que nos pasa, de todas las cosas que hacemos los humanos y que se convierten en un mundo demasiado a menudo.
Desde hace semanas, no puedo quitarme de la cabeza ni los oídos su música. Como siempre, cuando me engancho a un grupo o cantautor estoy todo el día a vueltas con lo mismo. Pero es que con Chaouen este sentimiento es muy fuerte. Hasta me ha hecho recuperar el blog. Y es que me parece muy injusto que este músico no tenga el reconocimiento que se merece. En lugar de estar llenando teatros, toca en pequeñas salas (con mucho encanto) y sus discos son imposibles de encontrar (creedme, lo he intentado arduamente).
Cualquier persona que escuche "Pintando el cielo" , "Vente" o "Semilla en la tierra", por citar unas pocas, se enamorará de este gaditano. Si no, es que no tiene corazón. Sus letras destilan más poesía que las creaciones de muchos literatos. Son melodías vivas, que sienten, que sangran, que erizan el vello. Comprobadlo. ¡Qué grande eres, Chaouen!
Madrid - Pajaro Sunrise
Hace 23 horas