Entre brindis, cenas copiosas y demás celebraciones concentradas en pocos días, es un gustazo refugiarse bajo las mantas y ver una película maravillosa. Y si esa cinta tiene a la música como protagonista, mejor que mejor. Por eso, la elegida fue "Once". Una historia anónima (no se dicen los nombres de los protagonistas) en la que la magia nace de la sencillez. Una historia que la música y lo que conlleva tiene poder de sanación. O al menos de cicatrización. Echo de menos pasear por las calles de Dublín pero, cuando vuelva a hacerla, seguro que miraré con otros ojos a los cantantes callejeros.
Sé que no escribo con toda la frecuencia queme gustaría, pero son días llenos de agitación. En las primeras horas de mis minivacaciones, aprovecho para dejar una canción que no paraba de escuchar hace unos años. Y, precisamente, la escuchaba en un momento no demasiado feliz de mi vida y hoy, que nada tiene que ver con ayer, la recupero. Y me gusta la nueva óptica con la que veo la canción, que me hace pensar que no cualquier tiempo pasado fue mejor.
Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible:
el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones;
en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;
la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;
el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;
la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;
se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega;
en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;
los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;
los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas;
los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;
los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;
la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;
la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;
nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar de hacer lo que más le conviene;
el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;
la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos;
nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;
los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;
los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;
la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;
la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;
la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;
una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú;
en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;
la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;
la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;
serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;
los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;
seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa o del tiempo;
la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.
Extracto de "El derecho al delirio", de Eduardo Galeano.
Hoy toca canción ñoña. Será que el refugio de una manta saca mi lado más sensible. Lunes que parece domingo por eso de estar en casa, a salvo de las inclemencias del temporal. Desde mi ventana, veo los montes nevados y esta postal navideña me recuerda a las vacaciones de Navidad en época escolar. Lejos de eso, estrenaré el 2009 trabajando, sin apenas tiempo para descansar de la fiesta del día anterior. Pero no me quejo, es lo que me toca. Ahora tengo por delante una tarde muy larga para escuchar muchas más canciones ñoñas.
Es éste un diciembre nostálgico y lleno de canciones que me desordenan el alma hasta doler. Canciones que son mucho más que bonitas melodías. Son trozos de mi vida. Y no sé por qué la reproducción aleatoria o mi propio dedo terminan dando con esos capítulos sonoros que me producen, cuando menos, desasosiego. A pesar de todo, no puedo resistirme a la magia de las canciones especiales y las sesiones de escucha se convierten, así, en dulces torturas. Este tema tan festivo me inquieta porque trae a mi mente errores cometidos en los últimos tiempos. Y me hace pensar qué, en más ocasiones de las debidas, lo hago todo al revés y descoloco a los que tengo alrededor. Como las agujas del reloj no permiten las regresiones, me conformo reflexionando, aunque resulte incómodo, al ritmo de Pereza. Prometo que la penitencia no está tan mal.
Quererte es intentar atrapar con las manos el aire. Desde hace días, no puede dejar de tararearla. Sólo puedo decir que engancha o, al menos, así me ha pasado. Quizá sea por eso de qué mal, fatal, expresiones que salen de mi boca con frecuencia en estos tiempos. No sé si Nacho Vegas ha cambiado sus letras o yo mi modo de pensar, pero ahora conecto mejor con su música. En realidad, ahora conecto mejor con músicos con los que hace años jamás lo hubiera hecho. Serán los años, las experiencias acumuladas o las nuevas sensaciones que aparecen. Lo desconozco, pero bienvenido sea.
Debo de ser una persona de contrastes. Por eso me gustan estilos tan dispares como el rock y los cantautores. Y hoy no he parado hasta que he llegado a casa para escuchar esta canción. Aerosmith es una de mis cuentas pendientes, pero no es tan fácil verles en directo por aquí. Aunque otros se pasan y no hay manera humana de conseguir entradas (grrr). Qué bien sienta rercargar las pilas así.
Me he enamorado de esta canción. Y creo que es imposible no hacerlo. Es de ésas que te obligan a sentarte, quedarte quieta y escuchar con mucha atención, con el corazón en vilo. No viene mal eso de pararse y pensar en algo con detenimiento. De hecho, es muy saludable. Buff, no puedo imaginar lo que es vivir esta canción en directo. Ciertamente, hay momentos sublimes en la vida.
Ésta porque me encanta. Porque me dicen que me estoy volviendo blanda y quizás sea verdad. Porque vivo en un huracán que sólo se calma cuando cae el sol. Así que no puedo estar más de acuerdo con Paco Bello. El otro día me hablaban de la atracción natural que siente el ser humano hacia la noche y no sé si será algo general, pero yo revivo cuando la ciudad se apaga y sólo quedan pequeños rincones donde refuiarse. O, tal vez, en los que huir.
Rescato canción que llevaba años sin escuchar. Un músico que debutó con fuerza para desaparecer, poco tiempo después, del panorama. Energía musical para afrontar días con la agenda repleta, de esos a los que le faltan horas para poder hacer todas las cosas planeadas. Liquidado el lunes, hay que pillar el martes con ganas y, para eso, nada mejor que un poco de rock & roll.
Hoy me he sorprendido a mí misma cantando esta canción. Me gustan las canciones con muchas frases y esa sensación de rapidez que se produce. Son las mejores para evadirte del mundo por un rato porque te obligan a prestar más atención a la letra. Y a mí, que las palabras me dan de comer en todos los sentidos, me encanta recrearme en las historias que me cuentan las canciones. Creo firmemente que la música que escucha una persona es un buen reflejo de su forma de ser. Hay tantas y tantas frases de canciones grabadas a fuego en mí que ya forman parte de mi vida. A menudo, me gustaría darle al play y que una canción dijera las cosas que mi boca no articula.
We both know what memories can bring, they bring diamonds and rust. Qué razón tenía Joan Baez cuando escribió esta canción hace más de 30 años. Diamantes y óxido, eso traen consigo los recuerdos. Como casi todo en esta vida dual, una de cal y otra de arena. Canción para este día frío, de café y manta. En este caso, la versión de Blackmore´s night, el proyecto del que fuera guitarrista de Deep Purple, Ritchie Blackmore,y su mujer, Candice Night. Y el disco de Chaouen que no aparece por ninguna parte, aunque ya lo tengo reservado. Ya sin uñas, rebaño los adelantos que va dejando.
Hoy es un día para recordar por varias razones. Porque he vuelto a creer que la unión hace la fuerza. Porque busco la justicia. Porque veo la luz entre las sombras. Porque he compartido risas en las oficinas de un organismo oficial. Porque nunca un número significó tanto. Y, por supuesto, porque hoy Carlos Chaouen ha parido un nuevo disco. Nunca enfrentarse a un horizonte de sucesos fue tan emocionante.
Hoy no ha dejado de sonar "La memoria de los peces" en mi casa. A veces, no sé exactamente por qué, siento ganas de escuchar un determinado disco. No es sólo capricho, es una necesidad. Música como bálsamo y chute energético. Mono de conciertos porque, así, el efecto es más rápido y duradero.
Hay dias, semanas, incluso meses, en los que el mundo parece haber perdido la esperanza. Asisto a un funeral demasiado prematuro, leo que Luis Gacía Montero deja su cátedra en la Universidad de Granada y compruebo que la solidaridad obrera es un mito que sólo sirve para llenar libros e ilustrar camisetas. Y creo que no podría soportar que alguna más de mis creencias se viniera abajo esta semana. Este hacerse mayor sin delicadeza.
El mejor momento del día ha sido el espacio de casi cinco minutos que dura esta canción. Cuando las prioridades cambian a cada instante en la cabeza, sólo queda resignarse y pensar que la maraña de pensamientos no puede tardar en deshacerse. De madrugada, con esta canción de fondo y una taza de té en entre las manos, parece que el mundo gira más despacio y da menos vértigo.
Sin la voz de Carlos Chaouen estamos más solos y más tristes, dice Kutxi Romero en la nota de presentación de "Horizonte de sucesos" y no puedo estar más de acuerdo porque me parece una definición perfecta del efecto que la música del gaditano tiene en su público. Las buenas noticias son bien recibidas siempre, pero más un lunes. A una semana de la publicación del disco, Chaouen nos deja un adelanto para ir abriendo boca. Y ya sabemos que el primer single es "Fuera del cielo".
Seguro que Chaouen ha escuchado muchas veces la canción de hoy porque se declara admirador de Robe. Canción compartida en incontables ocasiones con los que ahora están lejos, pero que siento más cerca si a este día le pongo esta banda sonora.
En un día de triteza generalizada en mi microcosmos, sólo puedo recurrir a Silvio. Como en la canción, hago resumen de una sola noticia: concierto emocionante con unos "Rompeolas" y "Pájaros mojados" que tardarán en borrar su huella de mi alma. Nos quedamos sin versión, pero no nos importó. Con subidones y momentos "tranquis" en perfecto equilibrio. Y la sensación, buena, de querer siempre más. En definitiva, algo tan grande que no se puede contar, hay que vivirlo. Ahora toca guardar el buen recuerdo hasta generar uno mejor cuando pase la tormenta, cuando llegue la calma y mi voz vuelva a ser mía.
A mí, como a Sabina, me sobran los motivos para poner esta canción. Y me gustan los nervios que siento en el estómago horas antes de un concierto tan esperado como éste. Siempre vivo con emoción el preludio de algo que sé que será especial. Diez años de Quique González de una vez quizá sea un golpe demasiado fuerte para poder aguantar el tipo. Lo bueno es que me importa poco y sólo pienso en que esta noche veré a esa banda de pájaros mojados. Hora también de cerrar un ciclo de igual modo que empezó. Y, claro, de abrir otro. Siempre con la mejor banda sonora. Al menos me queda eso.
No pude reprimir las lágrimas al escuchar la versión de "Contigo" que Fito Páez se marca con Sabina en su último disco en directo. Será que estoy sensible o, quizá, que tengo la gran suerte de emocionarme con algunas canciones que son mucho más que notas musicales y letras. Y, aunque hace días clamaba por los temas cañeros, será que ha sido un momentito sólo de bajada, como dice el Robe. Hay canciones ante las que una no puede ser de piedra. Como ésta:
Versión cañera para hoy. Rock & roll para estos días en los que poner un pie en la calle es casi un acto de valentía. Esta gran oda a las suegras vista por Los Enemigos trasforma la canción y yo diría que la engrandece. En un momento lleno de incertidumbre, no hay lugar para las canciones tristes. Al menos, hoy no. A pesar de vivir al filo de tantas cosas, una no puede permitirse dejarse llevar. Así que la única salida para sobrevivir es mirar al frente y seguir en la brecha. Eso sí, con un puñado de melodías adecuadas para hacer más llevadero el camino.
17 de noviembre. El nuevo disco de Carlos Chaouen será una realidad ese día. Por fin. Y AC/DC dará otro concierto en Bilbao. Buenas noticias para empezar una semana difícil. Surrealismo que se enrosca en mi bufanda para salvarme durante un rato y luego dejaerme caer. Canción perfecta para este día frío y gris.
Noviembre. Me gusta este mes, así, gris y lluvioso. En este día de perros, postnoche nebulosa, apetece escuchar esta canción con la que me he reecontrado por casualidad. Día en el que se disparan las ventas de las únicas flores que no se quieren recibir y películas con tintes del más allá en la televisión. Día para pasar al calor de una manta y al frío de una cerveza.
Los más grandes para soportar este frente polar. Siempre me ha encantado esta canción, sobre todo su título porque es una de las mayores verdades de la vida. Sienta bien escuchar a los Rolling --siempre me ha hecho gracia que para el resto del mundo sean los Stones-- para reencontrarse con una misma. Tienen sabor al pasado siempre eterno, ese del que nunca te cansas.
En muchas ocasiones, nos peleamos con los ordenadores, les damos golpes, nos desesperamos con esa página que no termina de cargar. Otras veces, bendecimos la gloria de tener el mundo a golpe de clic. El sol ha salido por la pantalla de mi ordenador en forma de dos nuevas canciones de Carlos Chaouen. El Festival Acróbatas nació marcado por una estrella grande y brillante. Por eso, configuraba el escenario perfecto para mostrar estas dos joyas. Vanessa, enhorabuena, a pesar de la envidia ;) Nunca me cansaré de decirlo, qué grande es Chaouen.
Día lluvioso, igual que en esta canción que me trae recuerdos de otoños pasados. Desde la primera vez que la escuché, me muero de ganas por ir a Santiago de Chile. Lunes pasado por agua, pero no mal comienzo de semana. Reconozco que Ismael Serrano ayuda a mejorar mi humor.
Bebiendo té en la misma taza que me ha acompañado en los desayunos y sobremesas de los últimos ocho años, dejo la mente en blanco para recrearme en cada frase de esta canción. Qué puta es la vida a veces y, otras, qué de verdad. Después de esto, ya no siento el frío.
Hay momentos, a menudo fugaces, en los que la vida se siente con una fuerza extraordinaria. Y esta canción refleja uno de esos instantes que pasan como un vendaval y quiebran todas las estructuras inamovibles hasta ese momento. Yo no buscaba a nadie y te vi. Ahí se resume todo.
Canción con olor a infancia, la mía. Cuando me imaginaba el Telón de Acero como un gran muro metálico en mitad de cualquier parte. Viento gélido que sólo me provoca más ganas de refugiarme bajo una manta. Seguro que no es mal lugar para pasar lo que queda del otoño y el próximo invierno. En estos días de lluvia, me da pereza abrir la puerta de casa y sólo me apetece esconderme del mundo, aunque sea un rato cada día, escuchando canciones como ésta.
Sin entradas pero con la esperanza de encontrarlas de aquí a abril. A pesar del jaleo que ha inundado mi día, no me he olvidado del cumpleaños de otro ilustre que aparece con mucha frecuencia en este blog. Podría escribir un sinfín de palabras sobre las canciones de Carlos Chaouen, pero sólo pondré una: Gracias.
En menos de 10 horas volveré a estar pegada a esta pantalla. Hoy salen a la venta las entradas para los conciertos que AC/DC dará en Madrid y Barcelona en primavera. El comienzo de semana se salda con algo de sueño y una pizca de confusión en la cabeza. La previsión metereológica marca lluvia para este martes otoñal y, a pesar del frío, me apetece helado de chocolate. Por ahora, me toca cruzar los dedos enfundada en mi camiseta favorita de AC/DC.
Canción para un domingo luminoso. Nunca he sido una seguidora fiel de Revólver, pero esta canción --en su día la cantó Luz Casal-- siempre me ha gustado especialmente entre las de su repertorio. Y mientras espero que la tormenta se desate, disfruto de la calma.
Queda menos de una hora para que se acabe el día, pero no se me ha olvidado. Hoy cumple años este grande que ha puesto banda sonora a tantos capítulos de mi vida. Y esta canción es porque siempre he querido vivir en la única calle de Madrid donde se puede oler el mar.
Canción nocturna y etílica por excelencia. A las puertas del fin de semana, enumero las tareas pendientes. Las ocasionales y las de siempre. Estoy dispuesta a cumplirlas todas excepto una. Esta vez tampoco será.
Desaceleración, crisis, coyuntura económica desfavorable. Palabras que inundan las páginas de los periódicos, las piezas de los informativos y todas las tertulias radiofónicas. Y me canso de oír hablar de lo mal que va todo porque ya lo sé. Y cuanto más se debate en torno a la caída de las bolsas, a mí menos me importa el mundo exterior. Sólo busco el camino menos abrupto para encontrarte, para encontrarme.
Desde hace días, esta canción no deja de sonar en mi cabeza. No voy a salir a ganar las batallas perdidas. Quizá, si no nos esforzásemos en intentar vencer cuando todas las circunstancias son adversas, las cosas serían más fáciles.
Lunes de convalecencia. Toda la mañana entre las sábanas para mitigar el malestar provocado por esos virus que llegan con el frío. ¿Hay una canción mejor para un día abrazada a la almohada?
Es curioso como la vida te cambia de un momento a otro. Como un día te levantas y encuentras una revolución ante tus ojos. Como el frío recorre tu espina dorsal. Como el pensamiento único que envuelve tu cabeza se dispersa en mil. Y, entonces, te quedas a solas con todos tus miedos, pero mantienes la esperanza de que este huracán no acabe con todo lo construido hasta ahora. En ese momento, cuando el escenario se cae a pedazos, hay que subir el volumen y dejarse llevar.
Hago listas, enumero momentos, repaso --en mi memoria y en el papel-- este año que ya va anunciando su despedida. Los esquemas mentales y gráficos no despejan incógnitas. Los ejercicios de lógica nunca se me dieron bien y la pereza estudiantil se vuelve ahora contra mí. Desvelar la X no es complicado, lo díficil es encontrar la forma de hacerlo. Si me ves dudar, será que estoy buscando una fórmula. Qué pena que la vida no se resuelva con una calculadora.
Tan difícil se vuelve encontrar el epicentro de algunas cosas como recomponer los pedazos dispersos por el terremoto. Los lunes son mucho más llevaderos, sobre todo si te acompaña la sensual voz de Paco Cifuentes, que te atrapa sin remedio. Y, por mi parte, estoy encantada de perderme en sus palabras. Tarde de lectura, siesta y música tranquilita. Para empezar la semana con buen pie y energías renovadas. Este hombre siempre me recuerda a la primavera. Será que sus canciones no sólo dan calor, sino que abrigan.
Canción desde el pasado para este domingo de sol y frío. Canción presente en muchas de las noches más divertidas de mi vida. Aunque me produce cierta nostalgia, siempre me arranca una sonrisa.
Me encantan los planes improvisados, siempre son los más divertidos. Cuando varias cabezas se ponen de acuerdo en un instante y salta la chispa, se avecina algo grande. Citas con sorpresa en viernes noche y tarde turística para este sábado de reencuentros. Y recupero a Andrés Suárez en su faceta más rockera para que me acompañe hoy y me cargue las pilas porque me quedan por delante muchas horas fuera de casa, eso sí, vagueando, que es una buena razón.
Hoy toca Sabina porque siempre me parece una vuelta al principio, de todo. Canciones que echaron raíces en los años verdes, como diría Javier Bergia. En estos días de poco sueño y muchos despistes, se agradece este viaje interior, aunque sea con billete express. Doce días sin descanso. Ya es viernes, no puede ser tan malo.
Regreso a casa con ganas de Rafa Pons. Una llamada extraña buscando intentando cambiar el sentido de mis palabras, qué cosas. Por suerte, Rafa Pons borra los momentos laborales surrelistas. Ya es octubre y no lo parece. Septiembre se ha ido en un suspiro y el frío ya nos roza los poros.
En un día loco, canción para reponer fuerzas, que todavía queda mucho por delante. Aunque las obligaciones laborales poco se parecen a las escolares, la llegada del otoño también nos impone nuestro particular inicio del curso. Y, así, se acumulan las nuevas tareas que regresan o aparecen por primera vez tras el verano. Por eso, necesito esta canción de Pablo Moro que es energía pura. En Argentina se encuentra el asturiano para dar una serie de conciertos. Ojalá tenga mucha suerte, que no se exporta música patria todos los días.
No puedo quitarme de la cabeza esta canción desde hace diez días. Siempre me ha gustado el tango y estos días vivo enganchada a éste. Hasta lo he echado de menos hoy en el trabajo cuando he sentido la necesidad casi irrefrenable de escucharlo. Lamentablemente, no estaba en mi mp3, así que me he quedado con las ganas. Así que, al llegar a casa, me he resarcido y con creces. Y, claro, una no puede evitar imaginarse paseando por la calle Corrientes. Algún día...
Ahora que me achacan comportamientos desconocidos en mí y no lo puedo negar, rebusco en las canciones guardadas cerca de la piel para encontrarme. Y rescato de la memoria, tantas veces de pez, este remanso de paz. Y me parece imposible que haya una sola persona en el mundo que sea indiferente al hilo de voz de Aute en esta canción. Las cosas surrealistas que me sobrevuelan últimamente siguen sin tener sentido a pesar de todo, pero una se lo toma con más serenidad al calor de las poesías cantadas. Y nada más...
Quizá es porque llevo mucho tiempo guardando palabras. Probablemente, porque nunca he encontrado la oportunidad o la forma precisa de juntarlas. Y tengo el estómago lleno de letras que vuelan en mi interior, rebotan en mis entrañas con ansias de libertad. Frases deshilachadas que se me caen de la boca cuando sueño. Los verbos me hacen cosquillas en la lengua en su búsqueda del aire y los adjetivos se traspasan por las yemas de mis dedos. El abecedario al completo se agita en mi sistema nervioso y me produce crisis silábicas. Curiosa paradoja vivir entre palabras y no saber pronunciar las únicas que importan.
Tan breve como preciosa. Hoy me ha venido a la cabeza esta canción. Así, de repente, me he puesto a tararearla. Qué va a ser de mí, dudo que en ningún bar me puedan servir todo el alcohol que necesito para olvidar. Las canciones de desamor son siempre las más hermosas porque la tristeza tiene un halo de belleza insuperable. Y, claro, la voz de Ismael Serrano hace brillar más aún esta joya. Y odiaré con calma tu risa, todas mis palabras, nuestra despedida. Trocitos del alma se quedan pegados a esta canción y, por eso, es inolvidable. Y, por eso, un día de septiembre ha vuelto a mi cabeza.
Madrugar, de vez en cuando (esto es importante subrayarlo), sienta bien. El día se vuelve más largo y le pones obstáculos a las prisas para que no puedan alcanzarte. Es raro sentirse bien y desconocer el motivo. Pero me gusta este jueves aunque se parezca a tantos otros. Y mucho más si es con Chaouen.
Nunca sabemos si la oportunidad que se nos presenta será la última, por eso deberíamos aprovechar las que aparecen. La pega es que es mucho más fácil decirlo que llevarlo a la práctica. Y, luego, lamentarse de las ocasiones perdidas no sirve para nada salvo para recordarnos nuestra falta de decisión y apremio. El miedo, la falta de valor y la inseguridad suelen ser las causas más frecuentes de que las oportunidades se nos escapen entre los dedos. A veces, un golpe de valentía nos empuja a coger el tren. Otras, dejamos pasar los desvíos en el camino. Y eso que la línea recta no siempre es la mejor dirección. Quizá jugársela a cara o cruz, como dice la canción, no sea tan malo después de todo.
Ahora ya no toca correr delante de los grises como ocurre en la canción, pero son tiempos raros y nadie escapa a la tormenta. Y el otoño ya está aquí, casi sin avisar. Y te pilla con el pie cambiado este frío repentino y la caída de las hojas de los árboles y de los calendarios. Suerte que las canciones resguardan y abrigan. Así, con la flauta de José Carlos Molina da un poquito menos de pereza regresar al trabajo. Aunque esta tarde el viento sople y sólo me apetezca mirar por la ventana.
A los ojos, no debería existir otro modo. Hoy sigo sin poder despegarme del talento de Calamaro. Concierto grande, muy grande. Nudo en la garganta constante. Luego, brindis por la revolución, "Ojalá" y la promesa de ver a Silvio. Una noche como la de ayer bien vale un par de ojeras.
Domingo que no parece tal. Hoy toca concierto de Calamaro y con él he empezado el día. Así es fácil levantarse contenta a pesar de que se acaba el descanso, regresa el odiado lunes y la falta de horas de sueño comienza a hacer estragos en mí. En unas horas, estaré cantando algunas de mis canciones favoritas junto a unos cuantos miles de personas y eso llena de energía a cualquiera. Un gran día, sin duda.
Hay noches de innumerables tipos, todos reflejados en canciones. Siempre me ha gustado ese espacio temporal en el que el mundo parece detenerse para darnos un respiro. Los sonidos se apagan poco a poco, al tiempo que las luces, y el silencio y las sombras dan cobijo a aquellas cosas que se esconden en nuestro lado más íntimo. Muchas de mis noches favoritas tienen a la música como protagonista, el mejor momento para disfrutar de nuestras canciones. Hoy será una de esas noches gracias a Pablo Milanés.
Cuántas veces querríamos haberlo sabido. Lo bueno y malo, es que no está en nuestra mano. Las lecciones vitales se aprenden así, a la tremenda. Y, a veces, de esos momentos intensamente desgarradores surgen canciones como ésta y todo parece menos malo o, al menos, con un poco de sentido. Hoy he recibido una buena noticia gracias a http://citylightssounds.blogspot.com/: antes de acabar el año volveré a ver a Quique González en concierto. Muchas sorpresas musicales para la recta final del 2008. Ojalá que el calendario juegue a mi favor y me permita asistir al FESTIVAL, ese que con tanto cariño está preparando Vanessa http://www.festivalacrobatas.com/. Así da gusto afrontar el término del verano. Con una sonrisa. O muchas.
Delicia de canción para terminar el día y para celebrar que quedan por delante otros seis hasta el próximo lunes. Hoy es un día de ésos en los que te das cuenta de que las cosas cambian más de lo que parece. Y te llegan noticias de otras tierras anunciando felices acontecimientos. Da gusto ver que los antiguos compañeros de camino no se han vuelto unos completos extraños. Curiosos los vínculos que formamos a lo largo de nuestra vida con aquellos que se cruzan en nuestro camino (o nosotros en el suyo). Por un lado, están las personas que siempre están ahí y parece que nunca lograrás conocerlas en profundidad.
Por otro, están esos desconocidos que, casi sin darte cuenta, dejan de serlo en poco tiempo. Incluso, cambian tu vida, así, de pasada. Aunque no reparemos en ello en el instante preciso. Los fotogramas de la vida pasan a una velocidad superior a la que calculamos, así que nos toca abrir mucho los ojos para no perdernos nada. Las cosas cambian cada día, aunque sea en detalles apenas perceptibles. Y, casi siempre, los detalles son los que marcan una vida.
Una canción perfecta para empezar con buen pie una semana que cada vez nos aleja más del verano. Siempre me ha parecido una pérdida de tiempo echar de menos algo o a alguien, pero lo cierto es que me sucede a menudo. Se ve que los convencimientos a los que llego van por libre. Así que tendré que resignarme a seguir añorando los días de sol, las bromas de mi amigo Iván, las sesiones de cine, los margaritas, viajar, escuchar esa canción en ese lugar, el salitre en mi piel, la espiral continua, las llamadas telefónicas interminables, la mejor compañía para las noches callejeras, los poemas salvavidas...Pero otro de mis convencimientos es que lo bueno siempre vuelve.
Ya he sacado las botas, la manta y la melancolía otoñal. Los virus atacan mis ganas de salir y me pregunto si me estaré haciendo mayor. Busco vuelos con recelo para, finalmente, decantarme por el tren. No sé por qué, pero este tiempo casi invernal me recuerda a Miguel Dantart. Probablemente, tenga que ver con que me pasé el último otoño desgastando "Bipolares" -qué gran título, en serio-, su segundo disco. Parece ser que es hora de sacar los jerseys y las canciones tiernas. Al fin y al cabo, ambas cosas dan calor.
De vuelta. Los virus del ordenador se han pasado a mi cuerpo y ni siquiera los chutes de Desenfriol y Utabón son suficientes para mitigar este malestar. No sé si siento frío porque septiembre trae temperaturas gélidas o a causa del bajón de defensas. Después de un día duro sometida a las inclemencias del aire acondicionado, canción emocionante de principio a fin. Y que da ganas de perderse por carreteras perdidas y huir, aunque sólo sea un ratito cada día.
Rock & Roll para celebrar que queda un día menos para el descanso. Hoy me decía un compañero de trabajo que sólo tenemos que aguantar y la fuente de todo mal se dará por vencida. No sé si tengo tanto aguante, pero sí todas las ganas de resistir. Hay personas que deberían buscarse una vida en lugar de entretenerse fastidiando las de aquellos que las rodean. Respirar, es la mejor técnica. La tormenta pasa y regresa la calma. Si no, siempre nos quedan canciones como ésta para olvidarnos de los sinsabores que nos deja la rutina. Y, lo mejor, es que hay muchas más canciones estupendas que malos rollos. Tenemos todas las de ganar.
Pocas canciones te dan este subidón. Corta pero directa. Una explosión de buen rollo. El empujoncito necesario para encarar el resto de la semana. Y para que las cosas vuelvan a la tranquilidad, que pase este huracán y los días vuelvan a transcurrir con un poco más de templanza. Septiembre ya está aquí, mes de tránsito hacia el frío y hacia muchas otras cosas. Hora de seguir los consejos ofrecidos generosamente por los amigos. De volver a ser la misma de siempre.
Porque un día me dieron una lección para toda mi existencia con esta canción. "Porque en la vida siempre hay un sin embargo" fue la frase que sirvió de prólogo y la letra de Sabina hizo el resto. Creo que pocas cosas me han quedado tan claras como ésta. Por eso, esta canción siempre será especial. Por el momento, el lugar y las circunstancias. Anécdota que mis amigos se cansan de escuchar pero a mí me sigue pareciendo preciosa y emocionante. En muchas ocasiones, una canción puede expresar mejor lo que queremos transmitir y, a su vez, el receptor puede comprender la idea con más facilidad si la letra va firmada por un maestro, como es el caso. Siempre hay un sin embargo, qué gran verdad...
Día para olvidar. Una fiesta se puerde tornar en tragedia en cuestión de segundos. Y a algunos nos toca contarlo. Y, entonces, ninguna palabra parece la adecuada. Mañana la vida seguirá. El tráfico colapsará las mismas calles, el café se volverá a derramar en la mesa y las miradas dirán mucho más que las bocas. El verano llega a su fin y septiembre nos pilla casi por sorpresa. A ver si Luis Ramiro aporta un poco de luz a este día gris.
Estos días no dejo de escuchar esta canción. Transmite un buen rollo impresionante. Nunca me había interesado Kid Rock porque la imagen que tenía de él era la de un pseudorapero. Algo que no se corresponde con la realidad como pude comprobar hace unos meses en Irlanda. De hecho, Kid Rock recupera la esencia del rock sureño de los 70 en muchas de sus canciones. Buena muestra de ello es esta canción, que toma prestada la base de la legendaria "Sweet Home Alabama", de Lynyrd Skynyrd, para hacer una oda a los veranos de la adolescencia. Será que el estío invita a la melancolía, aunque me gusta mucho la estación en este 2008.
Es inevitable. Todos nos cansamos, a veces, de tantas cosas, como dice la canción. Cuando la vida te agota, debemos recurrir a esos detalles que siempre nos devuelven la sonrisa. A mí me funciona con esta canción.
Hay veces que una llamada te descoloca. Algo que habías dejado atrás vuelve a tu vida para que no se te olvide que el destino es caprichoso y tú estás en mitad de esta ruta inescrutable. Quizá el secreto está en no esperar reacciones inmediatas. Es inútil porque no dependen de uno mismo. Lo malo es cuando todos aguardamos el movimiento ajeno porque, entonces, sólo se produce la calma absoluta. Espiral pasiva en la que tantas veces nos encontramos.
Llevo todo el día escuchando tres canciones. Incesantemente. Play, una y otra vez. Como el mismo pensamiento en mi cabeza. Ése que no logro desplazar. He probado a resolver crucigramas, regar las plantas, pintarme las uñas, tomar cañas con una amiga, leer un libro e, incluso, acometer la ingrata tarea de ordenar la ropa. Pero esa idea sigue haciendo espirales en mi mente, pero su trayectoria cíclica no me ayuda a ver el asunto con la claridad necesaria. Tengo que reconocer que analizar situaciones nunca ha sido lo mío. En este estado de incertidumbre recurro a tres canciones. A ver si la de César Rodríguez me echa una mano.
Una canción que habla de la lluvia en días soleados como preámbulo a un momento triste o dramático. En este caso, las nubes cargadas anunciaban la inminente ruptura musical entre John y Tom Fogerty, pero la lluvia no siempre es sinónimo de algo luctuoso. Ya lo decía Pablo Guerrero, tiene que llover, a cántaros para ser más exactos. No siempre sé interpretar el significado de la lluvia, así como de muchas otras cosas. Nos dejan aquí y sin manual de instrucciones. Y, a menudo, no sé si consultar el oráculo, leer mi horóscopo o buscar en los libros de ciencia para despejar las incógnitas. Siempre he sido de letras, quizá por eso me cuesta tanto hallar el valor de X.
No me conformo, no: me desespero como si fuera un huracán de lava en el presidio de una almendra esclava o en el penal colgante de un jilguero.
Besarte fue besar un avispero que me clava al tormento y me desclava y cava un hoyo fúnebre y lo cava dentro del corazón donde me muero.
No me conformo, no: ya es tanto y tanto idolatrar la imagen de tu beso y perseguir el curso de tu aroma.
Un enterrado vivo por el llanto, una revolución dentro de un hueso, un rayo soy sujeto a una redoma.
Cuando el sueño no llega, la poesía es mejor que contar ovejas. Aunque la canción no invita precisamente al relax, me encanta la adaptación del poema de Goytisolo. Una vez más, el soneto 20 de "El rayo que no cesa", de Miguel Hernández, vuelve a impresionarme.
Paseo para volver a casa. Casi siempre, los planes más simples e improvisados son los mejores. Y, ahora, canción tranquilita para terminar el día. Escuchar a Paco Bello en una noche de verano, con la brisa entrando por ventana, es, sin duda, una buena forma para afrontar lo poco que queda de domingo con una sonrisa.
Canción de buen rollo para hoy. Porque es sábado, porque hace sol, porque no tengo que trabajar, porque un email me ha hecho sonreír, porque tengo ganas de salir, porque las palabras vuelven a fluir y, sobre todo, porque ninguna de estas razones es necesaria para disfrutar del talento de Marwan.
Recuperando clásicos. Así he pasado gran parte de la tarde, deleitándome con el talento lanzado al mundo por tantos y tantos músicos. Y no podía faltar esta canción que, no sé por qué razón, asocio al verano. Quizá sea por su ritmo hipnótico que me transporta a tierras lejanas. O puede que la explicación se halle en algo más trivial que no recuerdo. Suerte que nada de eso importa, sólo la magia que encierra el tema de los Stones, tantas veces versionado y, como suele pasar, nunca igualado.
Siempre me ha fascinado esta oda al negro y, por ende, a todos los aspectos negativos asociados a ese color, mi preferido. Ya es fin de semana, el verano se escapa por las rendijas. Contradictorio período estival, aunque el saldo final será positivo. Conciertos, cervezas, amigos, cenas, paseos, baños en el mar, viajes...Definitivamente, septiembre será un buen mes.
Virus malignos me han obligado a formatear el disco duro de mi ordenador. He perdido fotos irrecuperables, canciones perdidas y un montón de archivos que no sé dónde volver a buscar. Haciendo uso de memoria y de Google para recuperar las direcciones de mis blogs favoritos, me doy cuenta de lo frágil que es mi realidad cotidiana, formada en gran parte por 1´s y 0´s. Por mucho que me empeño en evitar algo, la vida me la juega y me enfrenta a ello. Y yo me siento perdida sin esas cosas que hacen que me sienta segura. Me enfado, me quejo, muestro mi más enérgica protesta y, al final, todo da igual. A lo mejor también es hora de formatear mi disco duro interno.
Noche de viernes en casa. Por fin. Canción para escuchar con unas velas como única luz. Estos días las letras no fluyen con facilidad. Será el calor, las citas en la agenda o, tal vez, la apatía estival. Día, o más bien noche, para tomar aire. Nunca viene mal, de hecho es imprescindible, detenerse en ciertos momentos para no perder la perspectiva. En cinco días, tendré tiempo para el relax completo y escribir un cuento lleno de ventajas.
Sueño, conversaciones profundas en medio de la algarabía, sol, llamadas a horas intempestivas, añoranza, contradicción, litros de coca cola, ganas de ir al cine, paseos por la playa, voladores que rompen el cielo, tranquilidad. Y Calamaro.
Música en soledad. En mi habitación, sin nadie alrededor. Sólo esta canción y yo. Porque, casi siempre, esto me basta para encontrar el norte. Porque todo parece menos malo cuando va acompañado de canciones bonitas. Días en los que aguanto malos humores ajenos que devuelvo transformados en míos, en los que el modo aleatorio en el reproductor me pilla desprevenida y en caliente, en los que lleno mis manos de tinta y pierdo la cuenta de las líneas que pasan ante mis ojos, en los que llego a destiempo aunque me avale el reloj. Días así pueden cambiar de color, aunque sólo sea durante los tres minutos y pico que dura una canción.
Calor que adormila, no deja pensar y hace que los huesos se te vuelvan de hormigón armado. Todo cambia pero todo sigue igual. Escándalos políticos, asesinatos y fiestas populares. Agosto es un mes raro, tiempo de apurar el verano y bebérselo de un trago.
Fin de semana agotador. Mucho que celebrar. Rostros conocidos que regresarán a la orilla de este mar. Futuro. Por fin. Me gusta este verano, a pesar de todo. Ni siquiera los extremos logran empañarlo. Abro la venta y sonrío.
Hay días, como hoy, en los que creo que tengo el mejor trabajo del mundo. Esa adrenalina que recorre mi cuerpo, esos nervios en mi estómago, esa sensación de saber que mi papel sí importa... Me quejo de mil cosas, pero no de ésta. Me encanta. De verdad. A pesar de no desvelar la incógnita hasta el último momento. Nací para lo que soy. Lo sé y lo sabré siempre. Hoy he trabajado de 10 a 23.30 y no me importa, de hecho, lo he disfrutado. A las puertas de la certeza, me gusta como me siento. A pesar de la cal y la arena que me entierran a cada paso.
Hoy, más que nunca, creo que se puede hacer magia con una guitarra o un teclado. Roger Hodgson no necesitó más que esto para emocionarnos con canciones que han sobrevivido varias décadas y soportado modas e, incluso, la marcha del músico inglés de su banda, Supertramp. Un desnudo escenario parece grandioso cuando se llena de tanto talento. Camisa blanca, melena al viento y todo el calor del mundo para dirigirse al público. Si a esto le sumanos canciones como "Give a little bit", el resultado es claro: nudo en la garganta y ojos empañados, además de una sonrisa que aún perdura. El broche perfecto para un día que comenzó con una muy buena noticia. Mi instinto no se equivocaba.
Esperar a nadie debajo del reloj contar las estrellas una noche de verano echar afrodisíaco los domingos en la paella embalar en una caja año y medio de relación.
Irse a Alemania un invierno a currar decirle a las beatas que van a ir al infierno salir a bajar la basura en alpargatas emborrachrse la víspera de selectividad.
Regalar por un cumpleaños la placa de una calle fumarte el primer cigarro el día mundial sin tabaco desear que en la vida real Quimi se enrolle con Valle leer con avidez la crónica urbana del tío Paco.
Aprender a abrir las puertas con una horquilla declarar en un juicio como testigo cambiar el cromo de conmigo por el de contigo a una colegiala con falda en la Alamedilla.
Angustiarse por lo que no fue y pudo haber sido regalarle a una china una rosa de las que vende ponerle velas de quinientas pelas a Cupido terminar de una vez la historia de Michael Ende.
Tratar a las camareras con educación aguar la vida si está demasiado salada mear con la tapa bajada en los bares que tienen reservado el derecho de admisión.
Soñar con los abdominales de Jesuscristo vender poesías a veinte duros en el metro escuchar a bronquíticos ejecutar sinfonías jugar al veo-veo observando sin ser visto.
Ignorar cuál es el momento ideal para besar pedir en los kioscos caramelos "melaempine" llorar solo en la última fila del cine saber que son camellos Melchor, Gaspar y Baltasar.
Mirar a un vecino fijamente en el ascensor acudir en masa a los psicoanalistas argentinos creerte tan malo como "El Lute" o Antonio Anglés cuando inocentemente mangas los cascos del Auto-Res.
Hacerse ginecólogo como tributo a las mujeres procurar que no se extinga la palabra "cubata" comprobar que la bomba de sodio-potasio no mata ir a clase sin haber hecho los deberes.
Aumentar la letrar pequeña de los contratos amar al amor sobre todas las cosas curar los ardores del alma con bicarbonato desear que vuelvan los días de vino y rosas.
Llamar a la Policía si la luna no mengua suprimir de nuestras vidas cualquier tipo de horario tener de libro de cabecera el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
Presidir una cofradía de laringectomizados comer ajo sin importarte un carajo el aliento considerar el primer beso como un sacramento sentirse como en la carretera un perro abandonado.
Desconocer qué es el estómago y qué la barriga robar en el Dia cuarto y mitad de autenticidad comprobar que el amor de una noche calienta, no abriga ser solidarios como prometimos en Navidad.
Enamorarse de tu profesora de literatura echarle un billete a los cantautores callejeros arbitrar un partido de casados contra solteros tocar en un grupo que se llame "Amargura".
Deleitarse con el tacto de unas bragas elásticas asistir como ponente a una conferencia sobre nada reírse de la ignorancia de los que pintan esvásticas conocer a una madrina que a la vez sea hada.
Cocinar con aciete corporal de los gladiadores arrebatar la inocencia a las jóvenes adolescentes averiguar si alguien se deprime con lo deprimente dilucidar qué años de la vida fueron los mejores.
Arropar a los alcohólicos cuando tiritan tatuarte el nombre de la mujer de tu vida dudar de los "te quiero" de las despedidas rebajar el whisky con agua bendita.
Manifestarse para que los poetas cobren paro descubrir con Almodóvar el sexo femenino experimentar la crueldad del desamaparo perseguir a Eva de los Andes a los Apeninos.
Buscar la felicidad en el fondo de los vasos irse de Erasmus al país de las maravillas quedarse en los huesos por no digerir los fracasos arrodillarse ante el milagro de las lentillas.
Pasar de esperar y tomarse la vida pr asalto hasta que te hagan morder por pimera vez el asfalto resignarte ante el "sigue buscando" de la vida hacerle a los difuntos llamadas perdidas.
Subir al monte de Venus de tu geografía pedirle a la más fea que te conceda este baile morir de una sobredosis de melancolía leerse el Lazarillo escrito en braille.
Desatar un orgasmo múltiple con un verso escribir a un viejo amigo cada 20 de abril ir por equivocación a un teatro a ver un vodevil pensar que importas respecto a todo el universo.
Pegarle un tiro en la nuca a la soledad ignorar a los que creen que la sal es azúcar haber escrito este "cosas que hay que hacer" con toda mi humildad.
Hace siete años que leí este texto por primera vez. Hoy saqué el papel de periódico amarillento que entonces guardé para acordarme el resto de mi vida de estas cosas que hay que hacer. El autor firmaba como Adán. Seas quien seas, gracias.
Situaciones surrealistas a 500 kilómetros del concierto que anoche dio este señor. Milanés desgranaba lo mejor de su repertorio mientras revelaciones, noticias y personajes ilustres se cruzaban en mi camino. Las claras del día no trajeron, precisamente, claridad al asunto y, por una vez y sin que sirva de precedente, me retiré a tiempo. Las cosas extrañas siempre pasan por la noche. Las mágicas también.
Porque hoy necesitaba una canción que me devolviera la sonrisa. Y ésta lo ha hecho. Qué grande es Luis Ramiro, capaz de resumir uno de los enigmas de la humanidad en cuatro minutos.
Una noticia ha salvado mi día. Quique González vuelve por mi tierra en septiembre. Apenas han pasado tres meses desde el anterior concierto. 80 y pico días raros; felices y meláncolicos; emocionantes y rutinarios; locos y reflexivos. Como siempre, un poco bipolar. Parece que ha pasado más tiempo porque ha sido intenso. Idas y venidas, visitas a nuevos lugares y a los de siempre. Y, ahora, todo es polvo en el aire porque es en la materia que nos envuelve donde gira mi vida. Quizás la espiral se detenga en septiembre.
Canción veraniega de los grandes entre los grandes que nace de un juego de palabras (parecido fonético entre Jamaica y Did you make her?, en referencia a un chiste de la época). Turno corto, un día para el descanso. Amigos con mal de amores aunque lo disfracen de diferentes modos, parece que el verano revoluciona las hormonas y los corazones. Me gusta esta canción porque es divertida y siempre viene bien después de un atracón de melodías aliñadas con letras profundas. Se la recomendaré a mis amigos para que cambien los suspiros amorosos por sonrisas. Hay libros de instrucciones para todo menos para lo verdaderamente importante.
A veces, me tomo demasiado en serio. Por suerte, dura poco y, en un abrir y cerrar de ojos, regreso a la filosofía de Sabina. No importa la cantidad de tiempo, sino la calidad y nunca sabemos cuando nos van a sellar el billete de vuelta. A veces, deseo con todas mis fuerzas ser una persona formal. Pero yo, como don Joaquín, no tengo ningún interés en comprar esas pastillas. Así que los propósitos de enmienda se quedan guardados en el cajón.
La vida está llena de paradojas. Llamar a tu blog "Érase una voz..." y quedarte afónica, por ejemplo. La Semana Negra ha echado el cierre, el mes encara la recta final y la línea del horizonte está difusa. Hablando de todo un poco, es curioso observar los salvapantallas ajenos. Unos tienen fotos de familiares, grupos favoritos y diversos iconos sexuales. Los más aburridos tienen el logo de Windows; los padres recientes, las de su retoño, y los frikis utilizan a los héores de cómic para decorar su pantalla. Yo contemplo la belleza de mi playa al anochecer cuando abro esta ventana al mundo.
Hay momentos únicos, preciosos y memorables. Hay momentos en los que no me gustaría estar en ningún otro sitio. Arena en los pies, cerveza en mis manos y esta canción en mis oídos. Perfecto.
Entre aspirinas y gominolas ha discurrido el día. Me pierdo los conciertos del Boss, será en otra ocasión. Una canción llena de luz para afrontar el ecuador de la semana. Encuentro motivos en los nombres de las calles y en los crucigramas, pero no sé si serán suficientes.
Sólo tú eres el culpable de traicionarte a ti mismo. Me gusta esta canción porque llama a las cosas por su nombre. La vida está llena de colisiones, pero no todas son insalvables. Pero como todos los golpes, duelen. Aunque, quizá, lo peor es que dejen de doler. El signo de interrogación sigue dibujado en mi espalda. ¿Las cosas buenas se hacen esperar? ¿O la incertidumbre es la antesala de la agonía?
La ventana de la habitación abierta para aliviar el calor estival y Silvio, de fondo. Porque su voz y su guitarra me producen, de manera instantánea, una sensación de paz. En la muda televisión, los ojos de Gael García Bernal, de un color imposible, llenan la pantalla. Aunque renovada tras un baño en el mar, las incertidumbres no dan tregua a mi cabeza. Menos mal que existen canciones como ésta y días de verano para cambiar el rumbo.
Canción que huele a verano y a mar. Este señor en mi mp3 y la playa. Primer baño de la temporada, que ya es hora. Un día de éstos, tendré que aprender a retirarme a tiempo.
And when my mind is free You know a melody can move me And when I'm feelin' blue The guitar's comin' through to soothe me Thanks for the joy that you've given me I want you to know I believe in your song Rhythm and rhyme and harmony You help me along makin' me strong.
Pocas cosas hay mejores que escuchar una canción que te remueva por dentro. Y cuando te metes un atracón, el alma brota a borbotones y las lágrimas se confunden con el líquido que rellena los vasos.
Iba a comenzar este post diciendo que la moneda no siempre cae de cara. Pero hoy la espiral me ha perseguido más que nunca y ahora sólo puedo pintar un signo de interrogación gigante. Y aquí estoy, en la intersección, un lugar nada cómodo para pasar los días. Porque miro al vacío y siento vértigo. Eso de no pensar nunca se me ha dado bien.
Una comprende que se ha hecho mayor cuando comienza a leer el periódico por la página 2. Estas cosas siempre llegan de golpe, a menudo envueltas en una circusntancia desagradable. Los años pasan y, de pronto, un día te das cuenta de que tomar decisiones es difícil, incluso doloroso, porque cualquier elección tiene repercusiones. Pero crecer también te da una dosis extra de valentía, como si de un videojuego se tratase. Armas para protegerse en las situaciones de riesgo. Y ese arrojo que se adhiere a nuestra piel nos lleva, en ocasiones, a lanzarnos al vacío. Hoy seré kamikaze, aunque no enamorada como canta Quique. Eso sería demasiado para un solo día.
A veces, las mejores cosas no se rigen por las leyes de la lógica. No es bueno ni malo, sólo que la vida suele escaparse de las formulaciones científicas. En estos casos, las ecuaciones no sirven para despejar las incógnitas. Habrá que buscar un método adecuado.
Hoy podré dormir un poquito más, dar un paseo por mar abierto y beber vino blanco en la comida. Hoy comienza el fin de semana y estoy de buen humor. Todas las cosas tienen su momento y las etapas tienen que cerrarse con una sonrisa. Más allá, incertidumbre y, por primera vez en mi vida, no me importa. Tal vez sea porque es verano o porque he desconectado durante casi un mes. O, quizás, cumplir años sirva para algo más que para soplar velas y que te hagan regalos. Y, como los dados al caer, la suerte puede venirme de cara o escapárseme de las manos. Y la única forma de averiguarlo es jugando.
"They don't even know what it is to be a fan. Y'know? To truly love some silly little piece of music, or some band, so much that it hurts". Sapphire ("Casi famosos")